

El dispositivo, de solo 2 kg, utiliza hidruro de magnesio, un compuesto que almacena hidrógeno en estado sólido. Al detonar, genera una bola de fuego que supera los 1,000 °C y arde durante más de 2 segundos, 15 veces más que el destello de 0.12 segundos de una explosión equivalente de TNT. Aunque su onda expansiva es un 40% menos potente que la del TNT (428.43 kilopascales a 2 metros), su capacidad térmica sostenida permite fundir metales como el aluminio, lo que lo hace ideal para destruir equipos, vehículos o estructuras en áreas extensas.
El avance se logró gracias a un nuevo proceso industrial desarrollado por el Instituto de Física Química de Dalian, que permite producir hidruro de magnesio a gran escala (hasta 150 toneladas al año en una planta en Shaanxi), superando las limitaciones previas de producción a nivel de laboratorio. Esto plantea preocupaciones geopolíticas, ya que, al no ser nuclear, el arma no está sujeta a tratados internacionales, y su potencial uso militar podría alterar equilibrios estratégicos, especialmente frente a armas termobáricas existentes como la GBU-43/B MOAB de EE. UU. o la ODAB-9000 rusa. Sin embargo, algunos expertos cuestionan su novedad, señalando similitudes con bombas termobáricas ya conocidas, y advierten que su impacto real dependerá de cómo China decida desplegarla.