

El retraso se originó en una reprogramación del itinerario presidencial. Milei, quien se encontraba en Argentina, decidió asistir a una premiación en Buenos Aires al economista español Jesús Huerta de Soto, un referente del liberalismo. Esta actividad, según fuentes oficiales, obligó a retrasar la partida del vuelo presidencial hacia Roma. El avión aterrizó en la capital italiana a las 19:00 (hora local), momento en que las puertas del velatorio público en el Vaticano ya habían cerrado. Como resultado, Milei y su delegación no pudieron participar en el acto protocolar, un gesto de alto simbolismo diplomático y religioso, especialmente para un país de fuerte tradición católica como Argentina.
El episodio no tardó en generar repercusiones. En redes sociales, particularmente en X, se multiplicaron las críticas. Algunos usuarios y medios opositores acusaron al gobierno de desorganización, señalando que la demora reflejaba una falta de profesionalismo en la gestión de la agenda presidencial. Otros fueron más allá, sugiriendo que el retraso podría haber sido intencional, motivado por la tensa relación histórica entre Milei y Francisco. Durante su campaña presidencial, Milei había calificado al Papa de "comunista" y "representante del maligno", declaraciones que, aunque matizadas tras su asunción, dejaron un precedente de fricciones. Estas críticas se intensificaron con acusaciones de hipocresía, dado que Milei buscó acercarse al pontífice en los últimos meses, incluyendo una audiencia privada en 2024.
Sin embargo, no hay evidencia concreta que sustente la teoría de que el retraso fue deliberado o motivado por temor a un posible repudio de los feligreses en el Vaticano. Las fuentes oficiales insisten en que el problema fue logístico, derivado de la decisión de priorizar el evento en Buenos Aires. Aun así, la falta de una comunicación clara por parte del gobierno argentino alimentó las especulaciones y dio pie a interpretaciones maliciosas, especialmente entre sectores críticos al presidente.
El incidente tuvo un costo político significativo. En un contexto donde la figura del Papa Francisco es profundamente respetada en Argentina, la ausencia de Milei en un momento de duelo global fue percibida como una oportunidad perdida para reforzar la imagen internacional del país y sanar las heridas de su relación con el Vaticano. En lugar de ello, el episodio se convirtió en un nuevo flanco de críticas hacia su administración, reforzando la percepción de improvisación que sus detractores suelen destacar.
En conclusión, el "papelón" de Milei y su comitiva en la despedida del Papa Francisco no solo expuso fallos en la planificación de la agenda presidencial, sino que también reavivó el debate sobre su relación con la Iglesia y su capacidad para manejar momentos de alta sensibilidad diplomática. Más allá de las razones logísticas, el episodio dejó una marca en la imagen de Milei, evidenciando que, en política, las percepciones pueden pesar tanto como los hechos.