jueves 01 de mayo de 2025 - Edición Nº178

Internacionales | 30 abr 2025

Estados Unidos

La deuda de EE.UU.: ¿$33 trillones?

La deuda pública total de EE.UU. superó los $33 trillones en septiembre de 2023, según datos del Departamento del Tesoro de EE.UU., y ha seguido creciendo. Para octubre de 2024, alcanzó aproximadamente $35.8 trillones, de acuerdo con información disponible. Sin embargo, el dato de $33 trillones citado en la afirmación parece desactualizado al 30 de abril de 2025.


La deuda de EE.UU.: ¿$33 trillones?

La deuda se divide en dos categorías principales: deuda en manos del público (alrededor de $28 trillones en 2024) y deuda intragubernamental (como la que el gobierno debe a fondos fiduciarios como el de la Seguridad Social). La deuda en manos del público es la que más preocupa a los economistas, ya que refleja lo que el gobierno debe a acreedores externos e internos, excluyendo lo que "se debe a sí mismo".

La comparación de que la deuda de EE.UU. es mayor que las economías combinadas de Europa, África y Sudamérica es exagerada pero no del todo incorrecta en términos nominales. El PIB nominal de la Unión Europea en 2023 fue de aproximadamente $18.1 trillones, según el Banco Mundial. Estimaciones aproximadas para Sudamérica (basadas en países como Brasil y Argentina) rondan los $4 trillones, y para África, alrededor de $3 trillones. Sumados, estos valores alcanzan unos $25 trillones, lo que es menos que los $35.8 trillones de la deuda actual de EE.UU. Sin embargo, esta comparación no tiene mucho sentido económico sin contexto, ya que la deuda y el PIB no son métricas directamente comparables, y EE.UU. tiene la economía más grande del mundo, con un PIB de $26.13 trillones en 2022.

¿Una "bomba a punto de explotar"?

El discurso de una "bomba de deuda" sugiere un colapso inminente, pero esta narrativa no está respaldada por consenso económico. Sí, la deuda de EE.UU. es alta, con un ratio deuda/PIB que alcanzó el 120.04% en 2024, un nivel no visto desde la Segunda Guerra Mundial. El Congressional Budget Office (CBO) proyecta que este ratio podría subir al 116% para 2034 y al 172% para 2054 si no hay cambios en las políticas fiscales. Además, los costos de intereses están aumentando: el CBO estima que los pagos de intereses netos triplicarán en la próxima década, alcanzando $1.2 trillones anuales para 2032.

Sin embargo, varios factores mitigan el riesgo inmediato de un "colapso":

  • El dólar como moneda de reserva mundial: El dólar sigue siendo la moneda dominante en el comercio global y las reservas internacionales (alrededor del 58% de las reservas globales en 2024, aunque ha disminuido desde el 70% en 1999). Esto permite a EE.UU. endeudarse en su propia moneda, reduciendo el riesgo de default, ya que puede emitir más dólares para pagar sus deudas, algo que otros países no pueden hacer sin devaluar sus monedas.

  • Demanda de bonos del Tesoro: Los bonos del Tesoro de EE.UU. son considerados uno de los activos más seguros del mundo. Países como Japón ($1.1 trillones) y China ($749 mil millones) poseen grandes cantidades de esta deuda, y la demanda sigue siendo alta debido a la percepción de estabilidad.

  • Capacidad de endeudamiento: Según el Penn Wharton Budget Model, EE.UU. tiene un "espacio fiscal" de aproximadamente 20 años antes de que los mercados financieros consideren la deuda insostenible, asumiendo que los inversores crean que se tomarán medidas correctivas. Esto sugiere que, aunque la trayectoria es preocupante, no hay una crisis inminente.

Por otro lado, hay riesgos reales:

  • Costos de interés crecientes: EE.UU. gasta más de $2.6 mil millones diarios en intereses, y estos costos están desplazando inversiones en áreas como infraestructura y educación.

  • Riesgo de pérdida de confianza: Si los mercados pierden fe en la capacidad de EE.UU. para manejar su deuda (por ejemplo, debido a repetidas disputas sobre el techo de deuda), las tasas de interés podrían subir, encareciendo el endeudamiento. Fitch ya rebajó la calificación crediticia de EE.UU. de AAA a AA+ en 2023, citando el aumento de la deuda y la disfunción política.

  • Impacto global: Dado que el dólar es central en el sistema financiero mundial, una crisis de deuda en EE.UU. podría tener efectos en cascada, afectando a economías que dependen del dólar o que poseen bonos del Tesoro. Sin embargo, esto no significa un colapso global inevitable.

¿Los mayores acreedores están vendiendo?

La afirmación de que los mayores acreedores de EE.UU. están vendiendo su deuda tiene algo de verdad, pero no es un fenómeno nuevo ni necesariamente alarmante. China, por ejemplo, ha reducido sus tenencias de bonos del Tesoro de más de $1 trillón en 2015 a $749 mil millones en 2024, según datos del Tesoro. Esto se debe a estrategias de diversificación de reservas y tensiones geopolíticas, no necesariamente a una pérdida de confianza en la economía estadounidense. Japón, el mayor acreedor extranjero, ha mantenido o incrementado sus tenencias, alcanzando $1.1 trillones en 2024. Además, la venta de bonos por parte de algunos países durante la pandemia (como Arabia Saudita y Brasil) fue más una reacción a necesidades de liquidez a corto plazo que una señal de desconfianza estructural.

Impacto global y narrativa alarmista

La idea de que una crisis de deuda en EE.UU. "arrastrará al mundo entero" es una hipérbole que subestima la resiliencia de las economías globales y el papel único de EE.UU. en el sistema financiero. Si bien una crisis fiscal en EE.UU. tendría efectos significativos—como un aumento en las tasas de interés globales o una depreciación del dólar—otros países y bloques económicos (como la UE o China) tienen sus propios mecanismos para mitigar impactos. Por ejemplo, el euro y el yuan han ganado terreno como monedas de reserva, aunque aún están lejos de desplazar al dólar.

La narrativa alarmista también ignora que la deuda alta no es exclusiva de EE.UU. Japón, por ejemplo, tiene un ratio deuda/PIB de 243% (2022), pero no enfrenta una crisis porque su deuda está mayormente en manos de acreedores domésticos y su economía tiene un alto nivel de ahorro interno, algo que EE.UU. no tiene en la misma medida.

Reflexión crítica

El discurso de la "bomba de deuda" a menudo sirve a agendas políticas o sensacionalistas más que a un análisis económico riguroso. Si bien la trayectoria de la deuda de EE.UU. es insostenible a largo plazo sin reformas fiscales (como aumentar impuestos o reducir gastos), la idea de un colapso inminente no está respaldada por la evidencia actual. EE.UU. ha manejado niveles altos de deuda históricamente (como después de la Segunda Guerra Mundial) mediante crecimiento económico e inflación moderada, y su posición única en la economía global le da un margen de maniobra que otros países no tienen.

Sin embargo, esto no significa que el problema deba ignorarse. La creciente carga de intereses y la polarización política en torno al techo de deuda son preocupaciones reales. Las generaciones futuras enfrentarán las consecuencias de esta deuda, con menos recursos para inversión y un crecimiento económico potencialmente más lento. Además, la dependencia de acreedores extranjeros introduce riesgos geopolíticos: si un país como China decidiera vender masivamente sus bonos del Tesoro (algo improbable por ahora), podría generar inestabilidad en los mercados.

Conclusión

La deuda de EE.UU., aunque alta y preocupante, no es una "bomba a punto de explotar" en el corto plazo. Los $33 trillones mencionados están desactualizados (la cifra actual es más cercana a $35.8 trillones), y la comparación con las economías de Europa, África y Sudamérica, aunque numéricamente válida, carece de contexto económico. No hay evidencia de que los mayores acreedores estén abandonando masivamente los bonos del Tesoro, y la posición del dólar como moneda de reserva mitiga riesgos inmediatos. Sin embargo, la falta de acción para abordar el déficit estructural podría llevar a problemas serios en las próximas décadas, afectando tanto a EE.UU. como a la economía global, pero no al nivel catastrófico que sugiere la afirmación. Para un análisis más profundo, sería crucial examinar las políticas fiscales propuestas por el Congreso y las tendencias en las tasas de interés globales.

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