Inicialmente, se creía que Putin buscaba capturar todo el país, confiando en su ventaja militar y recursos humanos para sostener un conflicto prolongado. Sin embargo, ahora parece priorizar objetivos a corto plazo: consolidar el control sobre los territorios ocupados, como Crimea y las cuatro regiones anexadas desde 2014, y rescatar la economía rusa, que enfrenta serias dificultades. Este cambio ha llevado a la administración de Donald Trump a creer que Putin podría estar más dispuesto a negociar un acuerdo de paz, aunque funcionarios estadounidenses siguen escépticos sobre sus intenciones a largo plazo, sospechando que podría retomar la guerra más adelante.
Críticamente, este análisis debe tomarse con cautela. La economía rusa, aunque debilitada por sanciones y una dependencia del gasto militar, ha mostrado resiliencia, como se vio en 2024 cuando creció más que las economías europeas y estadounidense, según datos oficiales rusos. Sin embargo, expertos como Alexandra Prokopenko del Carnegie Russia Eurasia Center han señalado que estas cifras ocultan problemas estructurales, como un sistema de financiación opaco para la guerra y una potencial burbuja crediticia. Además, la narrativa de que Putin está dispuesto a negociar podría ser una percepción interesada de la administración Trump, que busca un "éxito rápido" en el conflicto, como sugirió el congresista Jason Crow, quien advirtió que Putin podría aprovechar la inexperiencia de Trump para obtener concesiones sin cumplir un acuerdo.