

En Europa, el mapa muestra como parte de la esfera de influencia soviética a países del Bloque del Este, como Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Alemania Oriental, que formaban una "muralla protectora" tras la Segunda Guerra Mundial, según lo descrito en fuentes históricas. También incluye a los estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), anexionados por la URSS en 1940 bajo el Pacto Molotov-Ribbentrop, y a Finlandia como un área de influencia indirecta, presionada por su proximidad y acuerdos como el Tratado de Amistad de 1948.
En Asia, la esfera de influencia soviética abarca regiones como Mongolia, que era un estado satélite, y Corea del Norte, que recibió apoyo soviético tras la división de Corea en 1945. También se destaca la relación con China, que en 1950, tras la victoria comunista de Mao Zedong, firmó el Tratado de Amistad con la URSS, aunque esta alianza se rompería más tarde con la Ruptura Sino-Soviética. El mapa probablemente también señala áreas de Asia Central, como Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán, que eran repúblicas soviéticas, según la estructura política de la URSS descrita en fuentes históricas.
Sin embargo, es importante cuestionar la narrativa de este mapa. Fue creado en un contexto de alta tensión entre Estados Unidos y la URSS, y su propósito propagandístico busca enfatizar la amenaza soviética para justificar políticas occidentales como la Doctrina Truman y la creación de la OTAN en 1949. La representación de las "esferas de influencia" puede exagerar el control real de la URSS, ya que países como Yugoslavia, bajo Tito, se apartaron de la órbita soviética desde 1948, y China comenzaría a hacerlo en la década de 1960. Además, el mapa no refleja las complejas dinámicas internas de estos países, donde la influencia soviética a menudo enfrentaba resistencia, como en Hungría en 1956.
En resumen, el mapa de Time de 1950 muestra la Unión Soviética y su influencia sobre Europa del Este y partes de Asia, pero debe interpretarse como una pieza de propaganda que refleja más las percepciones y temores occidentales que una realidad absoluta de control soviético.