

Históricamente, Burkina Faso estuvo bajo control francés desde 1896, cuando se integró al África Occidental Francesa. Durante el período colonial, los franceses impusieron su idioma, sistema administrativo y explotación económica, forzando a muchos burkineses a trabajar en plantaciones en Costa de Marfil y priorizando cultivos de exportación como el algodón, en detrimento de las necesidades locales. Tras la independencia, el país mantuvo una relación de dependencia con Francia, siendo parte de la Comunidad Franco-Africana y usando el franco CFA, una moneda controlada por el Tesoro francés y vinculada al euro, lo que limitaba su autonomía económica.
Un momento clave en el intento de liberación fue el gobierno de Thomas Sankara (1983-1987), quien renombró el país Burkina Faso, "Tierra de Hombres Íntegros", en 1984, y promovió políticas antiimperialistas. Sankara rechazó la ayuda extranjera, impulsó la autosuficiencia, nacionalizó tierras y luchó contra la corrupción, desafiando directamente la influencia francesa. Sin embargo, su asesinato en 1987, en un golpe liderado por Blaise Compaoré, apoyado por intereses franceses según algunas fuentes, marcó un retroceso. Compaoré gobernó durante 27 años, manteniendo una relación más alineada con Francia, aunque no sin tensiones.
El punto de inflexión reciente llegó tras los golpes militares de 2022. El 24 de enero, un golpe derrocó al presidente electo Roch Kaboré, y el 30 de septiembre, el capitán Ibrahim Traoré tomó el poder, consolidando una postura abiertamente anti-francesa. En enero de 2023, Burkina Faso canceló su acuerdo de cooperación militar con Francia, exigiendo la retirada de las 400 tropas francesas estacionadas en el país. Para febrero de 2023, las fuerzas francesas abandonaron Burkina Faso, un movimiento simbólico que marcó un mínimo histórico en las relaciones bilaterales. Traoré también ha denunciado públicamente el "neocolonialismo" francés, acusándolo de contribuir al subdesarrollo y al terrorismo en la región, según discursos citados en medios internacionales.
En términos económicos, Burkina Faso ha buscado reducir su dependencia del franco CFA, aunque sigue siendo parte de la Unión Económica y Monetaria del África Occidental (UEMOA), lo que limita su autonomía monetaria. Sin embargo, gestos simbólicos como la quema de billetes de franco CFA en protestas en el Sahel reflejan un creciente rechazo a esta moneda como símbolo de control francés. Además, el 6 de diciembre de 2023, Burkina Faso degradó el francés de idioma oficial a "idioma de trabajo", elevando las lenguas nacionales como el mossi, fulfulde y dioula a estatus oficial, un paso hacia la reafirmación de su identidad cultural.
Políticamente, Burkina Faso se ha alejado de las estructuras regionales influenciadas por Occidente. En enero de 2024, junto con Malí y Níger, anunció su salida de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), acusándola de falta de solidaridad y de estar al servicio de intereses extranjeros. En marzo de 2025, estos tres países también se retiraron de la Organización Internacional de la Francofonía (OIF), consolidando su ruptura con las instituciones francófonas. En su lugar, formaron la Alianza de Estados del Sahel (AES) en septiembre de 2023, fortalecida en julio de 2024 con la creación de la Confederación de Estados del Sahel, enfocada en combatir el terrorismo y promover la cooperación económica independiente.
Militarmente, Burkina Faso ha diversificado sus alianzas, acercándose a Rusia y China. En 2023, expulsó a las fuerzas francesas y anunció que entrenaría a sus soldados con "instructores rusos", aunque niega haber contratado mercenarios de Wagner. También firmó acuerdos con Rosatom, la empresa estatal rusa, para desarrollar energía nuclear civil, buscando independencia energética. Usuarios en X han señalado que, tras la salida de Francia, se han reportado hallazgos de petróleo a poca profundidad, lo que algunos interpretan como un resultado de la cooperación con Rusia, aunque estas afirmaciones carecen de verificación oficial y deben tomarse con cautela.
Sin embargo, este proceso de liberación no está exento de críticas y desafíos. La junta militar de Traoré ha sido acusada de autoritarismo, reprimiendo medios y oposición, y posponiendo elecciones previstas para julio de 2024 por cinco años más, según Human Rights Watch. La inseguridad ha empeorado, con ataques de grupos islamistas como JNIM causando miles de muertes en 2024, y las fuerzas burkinesas han sido implicadas en masacres de civiles, como la ejecución de 223 personas en febrero de 2024, lo que podría constituir crímenes contra la humanidad. Además, la salida de CEDEAO y la ruptura con Francia han generado preocupaciones sobre el aislamiento regional y la capacidad del país para enfrentar sus crisis humanitarias, con casi 2 millones de desplazados internos.
Desde una perspectiva crítica, aunque la narrativa oficial de Traoré presenta esta "liberación" como un triunfo de la soberanía, podría ser también una estrategia para consolidar su poder, usando el sentimiento anti-francés para unir a la población, como señala Le Monde. Además, cambiar la influencia francesa por la rusa o china no garantiza una verdadera independencia, sino que podría ser un nuevo tipo de dependencia, como algunos usuarios en X han sugerido. La industrialización, con proyectos como una planta de detergentes inaugurada en 2025, es un avance, pero la falta de democracia y el aumento de la violencia cuestionan si estas medidas realmente benefician al pueblo burkinés o solo a la élite gobernante.
En resumen, Burkina Faso ha avanzado en liberarse de Francia al expulsar sus fuerzas militares, reducir el estatus del francés, salir de instituciones francófonas y diversificar alianzas, pero este proceso está marcado por inestabilidad, represión y nuevos desafíos geopolíticos.