

La victoria de LLA fue contundente, pero su dimensión simbólica es aún mayor. Milei, con su discurso incendiario y su estrategia de polarización, capitalizó el desencanto de los porteños, canalizando el voto de una derecha que ya no ve en el PRO una alternativa sólida. Adorni, respaldado por la figura omnipresente de Milei, arrasó en comunas clave como Puerto Madero (45,9%) y Palermo (35,06%), mostrando que el electorado de mayores ingresos, históricamente leal al PRO, migró masivamente al proyecto libertario. La campaña de LLA, centrada en nacionalizar la elección y presentarse como la única fuerza capaz de enfrentar al kirchnerismo, resultó letal para un PRO debilitado por internas y acusaciones cruzadas, como el escándalo del video falso que sugería un apoyo de Macri a Adorni.
El PRO, por su parte, quedó expuesto como un gigante con pies de barro. La derrota no solo refleja la pérdida de votos, sino la ausencia de una conducción clara y una estrategia coherente. Mauricio Macri, quien intentó recuperar protagonismo respaldando a Lospennato, no logró contener la sangría de su electorado hacia LLA, ni siquiera en un distrito donde el PRO gobernó desde 2007. Las figuras del partido, como Horacio Rodríguez Larreta, que compitió por separado con Volvamos Buenos Aires y obtuvo resultados marginales, evidencian una fragmentación interna que dejó al PRO sin un liderazgo definido. La falta de un mensaje unificado y la incapacidad de responder al huracán Milei han sumido al partido en un estado de desconcierto, con sus dirigentes cuestionándose cómo recuperar un electorado que los abandonó.
La baja participación electoral, con un 46,74% de abstención, agrega un matiz crítico: el triunfo de Milei, aunque arrollador, se basó en una minoría activa (15,8% del padrón). Sin embargo, esto no resta impacto a su victoria, ya que el PRO no pudo capitalizar ni siquiera ese descontento silencioso. Mientras LLA celebra haber “pintado de violeta” CABA y se proyecta hacia las elecciones nacionales de octubre, el PRO enfrenta un futuro incierto. Sin un líder que aglutine, sin un mensaje que movilice y con su base electoral fracturada, el partido que alguna vez dominó la política porteña parece condenado a vagar sin rumbo, víctima de la revolución libertaria que Milei desató.
En conclusión, Milei no solo derrotó a Macri en CABA; lo liquidó políticamente, exponiendo las grietas de un PRO que hoy está perdido, desorientado y sin conducción. El desafío para los libertarios será consolidar este triunfo; para el PRO, la tarea es mucho más ardua: reconstruirse desde las cenizas o arriesgarse a desaparecer.