

Avances Territoriales y Militares
Rusia mantiene el control de aproximadamente el 20% del territorio ucraniano, incluyendo Crimea (anexada en 2014) y partes de los óblast de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia, según estimaciones de fuentes internacionales. En 2025, ha logrado avances graduales, como la captura de Kurakhove y avances hacia Pokrovsk, según reportes recientes. Sin embargo, estos progresos son lentos y costosos, con tasas de bajas diarias estimadas en 1,200 soldados en mayo-junio de 2024, según funcionarios occidentales, reflejando una estrategia de "asaltos de carne" que prioriza números sobre eficiencia. La Operación Telaraña, un ataque ucraniano con drones en junio de 2025 que dañó hasta el 40% de la aviación estratégica rusa (según afirmaciones ucranianas), sugiere que Moscú está perdiendo capacidad ofensiva a largo plazo, especialmente tras la pérdida de bombarderos Tu-95 y Tu-22M. Esto plantea dudas sobre su dominio aéreo, clave en una guerra moderna.
Por otro lado, Ucrania ha demostrado resiliencia, con incursiones como la ofensiva de Kursk en agosto de 2024, pero enfrenta problemas de agotamiento de tropas y deserción (más de 100,000 casos de deserción reportados en noviembre de 2024). Aunque sufre menos bajas que Rusia (aproximadamente la mitad, según estimaciones del New York Times), su menor población y recursos limitan su capacidad de reemplazo, lo que podría beneficiar a Rusia a largo plazo si el conflicto se prolonga.
Pérdidas Humanas y Económicas
Las bajas rusas son significativamente altas, con estimaciones de la inteligencia estadounidense que sugieren 315,000 muertos o heridos hasta fines de 2024, incluyendo la pérdida de tropas élite y el reclutamiento de prisioneros y norcoreanos (más de 10,000 enviados desde octubre de 2024). Esto indica un desgaste severo, pero Rusia compensa con una población cuatro veces mayor y un sistema de reclutamiento forzoso. Ucrania, con unas 70,000 muertes confirmadas por fuentes independientes como Lostarmour.info, enfrenta una presión proporcionalmente mayor debido a su menor demografía.
Económicamente, Rusia ha invertido unos 250,000 millones de dólares en la guerra hasta 2024, con pérdidas totales estimadas en 1.3 billones por sanciones occidentales, según el Departamento de Estado de EE.UU. A pesar de esto, ha adaptado su economía a una producción militar masiva, vendiendo petróleo a países como India y China, lo que mitiga parcialmente el impacto. Ucrania, dependiente de ayuda externa (miles de millones de dólares de EE.UU. y la UE), ve su infraestructura energética destruida y su PIB contraído, lo que la pone en desventaja sostenida.
Geopolítica y Estrategia
El apoyo occidental a Ucrania, con armas como Javelins, HIMARS y F-16 (seis de Noruega confirmados), ha permitido contrarrestar avances rusos, pero la "fatiga de Ucrania" en Europa y EE.UU., agravada por la postura de Donald Trump tras su reelección en 2024, podría reducir este respaldo. Rusia, aliada con Bielorrusia, Irán (drones Shahed) y ahora Corea del Norte, amplía su base de apoyo, aunque a costa de mayor aislamiento internacional. Las negociaciones en Estambul (junio de 2025) muestran que Moscú exige cesiones territoriales y neutralidad ucraniana, mientras Kiev insiste en recuperar todo su territorio, un punto muerto que beneficia a Rusia si el conflicto se congela.
Análisis Crítico
No hay evidencia concluyente de que Rusia esté perdiendo la guerra en términos absolutos. Su estrategia de desgaste está funcionando tácticamente, ganando terreno a un costo humano y material alto pero sostenible gracias a su demografía y economía adaptada. Sin embargo, las pérdidas estratégicas (aviación, prestigio internacional) y el fracaso en lograr una victoria rápida (como previó Putin en 2022) sugieren un estancamiento más que una derrota. Ucrania, aunque resistente, está perdiendo capacidad de maniobra y podría ceder territorio en un acuerdo negociado, como predicen algunos expertos (PwC, 2022), especialmente si el apoyo occidental disminuye.
La narrativa occidental tiende a resaltar las debilidades rusas (bajas, sanciones), mientras Rusia y sus aliados minimizan sus fracasos, proyectando una imagen de fortaleza. Esto invita a sospechar de ambos relatos. El verdadero indicador será la duración: si Rusia no puede consolidar sus ganancias antes de 2026, el agotamiento económico y la presión interna (revueltas como en 1905 tras Crimea) podrían debilitarla. Por ahora, Rusia no pierde, pero tampoco gana de forma decisiva, y el equilibrio depende de factores externos como la política de Trump y la cohesión de la OTAN.
Conclusión
Rusia no está perdiendo la guerra en 2025, pero su victoria es incierta y costosa. El conflicto parece encaminarse a un estancamiento o una resolución negociada con cesiones ucranianas, más que a una derrota rusa. La clave estará en la sostenibilidad de sus recursos y la voluntad de Occidente, dejando abierta la posibilidad de un cambio drástico si Ucrania explota vulnerabilidades como la Operación Telaraña o si Rusia colapsa internamente.