martes 08 de julio de 2025 - Edición Nº246

Nacionales | 7 jul 2025

El Despreciable Discurso de Milei contra la enseñanza católica y la Justicia Social

El pasado sábado 5 de julio de 2025, el presidente argentino Javier Milei protagonizó un discurso en la inauguración del templo evangelista “Portal del Cielo” en Chaco que no solo sorprendió por su tono político, sino que resulta despreciable por su descarado ataque a la enseñanza católica y al concepto de justicia social, pilares éticos profundamente arraigados en la tradición argentina.


 

El Despreciable Discurso de Milei en la Inauguración del Templo Evangelista: Un Ataque a la Enseñanza Católica y la Justicia Social

Frente a miles de fieles en un evento que combinó religión y campaña electoral, Milei transformó un espacio sagrado en un púlpito para sus ideas libertarias, desvirtuando los valores cristianos y mostrando una ignorancia deliberada que ofende a quienes defienden la solidaridad como virtud.Milei, educado en un colegio salesiano donde los principios católicos de caridad y servicio a los más vulnerables deberían haber dejado huella, arremetió contra la justicia social calificándola de “envidia con retórica” y un “pecado capital”. Esta afirmación no solo contradice la enseñanza católica, que desde los Evangelios promueve la ayuda al prójimo como un mandato divino —véase el Sermón de la Montaña o la parábola del Buen Samaritano—, sino que ignora la tradición de la Iglesia que, a través de documentos como la encíclica Rerum Novarum de León XIII, ha defendido la justicia social como un equilibrio entre derechos y deberes para construir el bien común.

Reducir este concepto a un simple acto de envidia es un insulto a siglos de reflexión teológica que buscan mitigar las desigualdades, no exacerbarlas con un individualismo extremo.Peor aún, su discurso desde el templo evangelista evidencia una traición a su propia formación católica. Mientras lloraba en el Muro de los Lamentos declarándose cercano al judaísmo y asistía a misas como católico, ahora abraza el evangelismo para predicar que “el Estado es la representación del maligno en la Tierra” y que la justicia social viola los principios económicos. Esta hipocresía resulta despreciable, pues utiliza la fe como herramienta política, despojándola de su esencia espiritual.

La enseñanza católica, que Milei parece haber olvidado convenientemente, no separa la caridad de la justicia, ni la fe del compromiso social. Su ataque a la justicia social, un ideal que en Argentina ha inspirado luchas por los derechos de los trabajadores y los más necesitados, denota un desconocimiento alarmante o, peor aún, una manipulación intencional para justificar su agenda libertaria.El tono de su discurso, cargado de citas bíblicas selectivas y referencias a economistas como Thomas Sowell, busca revestir de sacralidad una ideología que rechaza la intervención estatal, incluso cuando esta busca proteger a los vulnerables. Al equiparar la redistribución con un “robo” y celebrar que “están empezando a caer presos” —en clara alusión a opositores como Cristina Kirchner—, Milei no solo polariza, sino que deshumaniza a quienes defienden un modelo más inclusivo. Esta postura choca frontalmente con la doctrina católica, que en la Laudato Si’ de Francisco aboga por una economía al servicio de la persona, no del mercado, y con la tradición evangelista que, en sus mejores momentos, ha promovido la ayuda comunitaria.El uso de un templo como escenario para estas afirmaciones es particularmente repulsivo.

Transformar un espacio de oración en un ring político donde se ataca a la Iglesia católica y sus valores es un acto de cinismo que deshonra la fe de millones. Sectores evangélicos, como el pastor Norberto Saracco, ya han calificado esta intervención como “lamentable”, y la Iglesia católica ha expresado preocupación por la insensibilidad social de Milei, especialmente ante los recortes que afectan a jubilados y comedores. Su discurso no solo carece de coherencia espiritual —pasando de católico a judío y ahora evangelista según le convenga—, sino que resulta un ataque despreciable a la enseñanza católica y a la justicia social, valores que han sostenido la identidad argentina frente a las crisis. Este episodio deja en evidencia que, para Milei, la fe es un instrumento de poder, no un compromiso ético.

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