

Latest in-depth article:
— Navy Lookout (@NavyLookout) July 22, 2025
Black Sea battle: how Ukraine’s drones overpowered the Russian Navyhttps://t.co/033IVHi5bC pic.twitter.com/VaE7bN5l13
El punto de inflexión comenzó el 13 de abril de 2022, cuando misiles ucranianos Neptune hundieron el crucero Moskva, buque insignia de la flota rusa, demostrando vulnerabilidad en un conflicto que Rusia esperaba dominar maritimamente. Desde entonces, Ucrania ha intensificado el uso de drones marinos y aéreos, desarrollados localmente con componentes comerciales y financiados parcialmente por crowdfunding. Estos drones, como los Magura V5 y Sea Baby, han demostrado capacidades sorprendentes: el 2 de febrero de 2024, el GUR ucraniano afirmó haber hundido el buque Ivanovets con drones, y en mayo de 2025 se reportó la destrucción de un helicóptero Mi-8 con misiles R-73 desde un dron naval. Estos ataques han dañado o destruido al menos 17 buques rusos, incluyendo la corbeta Askold en noviembre de 2023, y han obligado a Rusia a replegar su flota desde Sebastopol hacia puertos más seguros como Novorossiysk.
La estrategia ucraniana combina drones suicidas cargados con explosivos (hasta 450 kg de TNT) y ataques coordinados, como el de octubre de 2022 en Sebastopol, donde un enjambre de seis a ocho drones dañó la fragata Almirante Makarov. La distancia operativa de estos drones, que puede superar los 600 km con posibles naves intermedias, ha sorprendido a analistas, superando las defensas rusas, que han mostrado deficiencias en detectar y neutralizar amenazas de bajo costo.
Además, Ucrania ha atacado infraestructuras clave, como el cuartel general de Sebastopol en septiembre de 2023 y el puente de Kerch, interrumpiendo el suministro ruso.Rusia ha respondido con afirmaciones de haber repelido ataques (por ejemplo, destruyendo 14 drones el 3 de mayo de 2025), pero las imágenes satelitales y videos ucranianos muestran daños consistentes, sugiriendo una narrativa oficial exagerada. La retirada de la flota rusa de Crimea, iniciada tras el hundimiento del Moskva, refleja una pérdida de control marítimo, permitiendo a Ucrania reabrir rutas de exportación de cereales. Sin embargo, la falta de una Armada convencional limita la sostenibilidad de esta ventaja, y el conflicto sigue evolucionando con la posible llegada de F-16 ucranianos equipados con misiles antibuques.
Esta batalla resalta cómo la innovación y la asimetría pueden desafiar a una potencia militar tradicional, aunque la narrativa rusa cuestiona la magnitud de las pérdidas, y los datos precisos permanecen en disputa debido a la desinformación de ambos lados.