

Este acuerdo, descrito como el mayor de exportación de buques de guerra en la historia británica, no solo asegura la continuidad de 4,000 empleos y el apoyo a 400 empresas en el Reino Unido, sino que también posiciona a la Marina Real como líder en la OTAN, con una flota conjunta de ocho buques británicos y cinco noruegos operando en el flanco norte.
El artículo resalta que esta colaboración llega en un momento de críticas hacia la Defensa británica, marcada por retrasos en programas como los portaaviones Queen Elizabeth y desafíos presupuestarios tras la Revisión Estratégica de 2025, que prometió un aumento al 2.5% del PIB en gasto militar para 2027.
La Tipo 26, con su diseño avanzado para operaciones sigilosas y capacidad para misiles Sea Ceptor, ofrece una oportunidad de redención para un sector que ha enfrentado cuestionamientos por la cancelación del programa de fragatas a Australia y problemas de mantenimiento en buques existentes. El secretario de Defensa, John Healey, citado en la nota, enfatizó que este acuerdo refuerza la disuasión contra Rusia, protegiendo infraestructura crítica en un contexto de creciente inseguridad post-Ucrania.
Thoughts on the recent T26 deal with Norway
— Tom Sharpe (@TomSharpe134) September 2, 2025
✅Universally positive
➡️Economies of scale, full order books, cash injection from🇳🇴and jobs - all lend themselves to a faster (and cheaper) generation rates
Now up to BAE etc to step up (and HMT to support)https://t.co/fEEel2LTSm
Sin embargo, esta narrativa optimista debe analizarse con escepticismo. El éxito del acuerdo depende de la capacidad de BAE Systems para cumplir plazos y costos, algo cuestionado por incidentes como el choque de la fragata noruega KNM Helge Ingstad en 2018, construida por un socio industrial. Además, la elección de Noruega por el Tipo 26 sobre competidores como el F127 alemán o el Constellation estadounidense podría reflejar más una apuesta política por la alianza anglo-noruega que una superioridad técnica indiscutible, especialmente considerando que Noruega aún no ha optado por misiles de crucero como los Tomahawk.
La exaltación del empleo en Glasgow también podría ser una maniobra para ganar apoyo público, mientras los desafíos estructurales de la Marina británica —como la falta de personal y el envejecimiento de la flota— permanecen sin resolver. Así, aunque el acuerdo ofrece un respiro, su impacto real podría ser más simbólico que transformador, dependiendo de su ejecución y del contexto geopolítico cambiante.