

El texto, difundido el 2 de septiembre, rechaza categóricamente estas acusaciones, calificándolas de "infundadas y falsas". La embajada expresó su preocupación por ser nuevamente mencionada de forma negativa en el contexto de un escándalo político interno de gran repercusión mediática, refiriéndose específicamente a las suposiciones sobre la grabación de conversaciones en Casa Rosada por parte de inteligencia rusa y venezolana, con el supuesto objetivo de desestabilizar al gobierno de Javier Milei.
El comunicado subraya que no se han presentado pruebas que sustenten estas afirmaciones, señalando que "el deseo de ver 'espías rusos' en cada esquina es irracional y destructivo".Además, la representación diplomática lamentó el impacto de estas declaraciones en las relaciones bilaterales, destacando su compromiso con una cooperación equitativa y respetuosa con Argentina, basada en la sólida amistad entre ambos pueblos. El texto cierra con un llamado a celebrar el 140º aniversario de las relaciones diplomáticas ruso-argentinas en octubre, alejándose de lo que describen como una "historia de espionaje ficticia".
Esta respuesta llega tras las afirmaciones de Bullrich, quien el 1 de septiembre vinculó a agentes rusos y venezolanos con la filtración, y las declaraciones previas de Adorni en junio sobre supuestas actividades sospechosas de residentes rusos, lo que sugiere una tensión creciente en las relaciones diplomáticas.La narrativa oficial rusa debe analizarse con escepticismo, ya que podría ser una defensa estratégica para proteger su imagen internacional, especialmente en un contexto donde las acusaciones carecen de evidencia pública. Por otro lado, las declaraciones de Bullrich y Adorni reflejan una postura del gobierno argentino que busca atribuir responsabilidades externas a un escándalo interno, lo que podría ser tanto una táctica política como una hipótesis sin sustento sólido hasta que se presenten pruebas concretas.