

Este no es un "reordenamiento" ni una "revalorización"; es la mentira cruda del relato mileísta, un lavado de imagen que ignora la indigencia económica y el desmantelamiento presupuestario, mientras la vicepresidenta, con su negacionismo histórico, usa el tema para su propia agenda de poder.El relato oficial es un castillo de naipes retórico: Milei, en su discurso del Día de la Bandera en junio de 2025, prometió "recomponer salarios" y "dotar de tecnología" a las FFAA, criticando a gobiernos anteriores por usar a los militares como "chivo expiatorio" para recortes.
Villarruel, por su parte, en el acto por Malvinas en Ushuaia el 2 de abril de 2025, reivindicó a los veteranos y las Fuerzas Armadas como "héroes desmalvinizados", citando al Papa para abogar por "políticas hemisféricas" que aseguren soberanía.
Pero detrás de las palmaditas –como el aumento salarial del 5% en mayo de 2025, que apenas cubre la inflación del 70% anual– yace la desinversión brutal. El Fondo Nacional de la Defensa (FONDEF) está "virtualmente desaparecido", y el presupuesto 2025 para Defensa crece nominalmente un 13%, pero ajustado por inflación, equivale a una merma real que deja sin municiones ni mantenimiento.
Un oficial en actividad lo resume crudo: "No hay defensa antitanque, ni antiaérea, ni municiones para dos horas de combate".
¿Reivindicación? Más bien un saludo que oculta el hundimiento.La mentira se profundiza con Villarruel, cuya "revalorización" de las FFAA esconde un negacionismo que equipara a guerrillas de los 70 con el terrorismo de Estado de la dictadura. En 2022, en Madrid, sostuvo que "es mentira que las organizaciones armadas luchaban contra una dictadura", describiendo la década del 70 como una "guerra de baja intensidad" con 17.000 víctimas de la izquierda.
Milei, fiel a su relato, habilita por decreto (1107 y 1112 de diciembre de 2024) a las Fuerzas Armadas para intervenir en seguridad interior, rompiendo el consenso democrático post-1983 que las limitaba a amenazas externas.
Opositores como el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia lo ven como un intento de "relegitimar" las FFAA para reprimir protestas, un eco de la Carta de Madrid que Milei firmó en 2019, denunciando a la izquierda como "amenaza comunista".
En X, el descontento hierve: "Milei y Villarruel quieren usar a las actuales fuerzas para comprometerlas en la reivindicación de la dictadura", tuitea @DanielS09545341 sumando a un coro que acusa al dúo de hipocresía.
Esta narrativa no resiste el escrutinio: mientras Milei anula ascensos militares frenados por Villarruel –como los de Jorge Berredo y Gustavo Sívori en noviembre de 2024, por "falta de consenso" en el Senado–, el ministro Luis Petri carga contra la vice: "Las decisiones las tomo yo", en una grieta que amplía el abandono.
El Global Firepower 2025 ubica a Argentina en el puesto 23 mundial, pero fuentes militares lo cuestionan: sin submarinos operativos (frente a 4 chilenos y 6 peruanos) y con buques sin misiles, el ranking es una ilusión.
La "reivindicación" es un saludo hueco que no tapa la sangría: 80% del personal cobra menos de un millón de pesos, insuficiente para la canasta básica.
En este relato mileísta-villarruelista, las Fuerzas Armadas son un símbolo para la foto, no un pilar real. Un saludito no reivindica; requiere fondos, equipamiento y respeto genuino. Mientras la izquierda alerta sobre una "nueva cuestión militar" que corporativiza y politiza a las FFAA, el gobierno responde con palmaditas que suenan a eco vacío.
Es hora de desmontar la mentira: las Fuerzas Armadas merecen más que gestos; merecen un Estado que no las use como escudo retórico para su propia grieta interna. Si no, el saludo se convertirá en despedida.