

Eugen Sänger y el Sueño del Sänger II: "No Me Queda Mucho, Voy a Hacer lo Más Genial que se Haya Hecho Jamás"
Aunque nunca despegó más allá de los planos, su historia es un testimonio de audacia técnica en tiempos de Guerra Fría.El Legado de Sänger: Del Silbervogel al Horizonte EspacialEugen Sänger (1905-1964), nacido en Bohemia bajo el Imperio Austrohúngaro, era un prodigio de la propulsión a chorro y los cuerpos sustentadores. En los años 30, rechazó una tesis convencional sobre vigas aladas para publicar Raketenflugtechnik (1933), un tratado sobre vuelo cohete que anticipaba los X-planes y el Shuttle. Junto a su esposa y colaboradora Irene Bredt, diseñó el Silbervogel en 1938: un planeador subsorbital impulsado por cohete, capaz de "rebotar" en la atmósfera superior para bombardear Nueva York desde Alemania –un concepto tan visionario que fue archivado por el Reich como "demasiado avanzado" en 1942. Tras la guerra, Sänger dirigió institutos en Stuttgart y Berlín, influyendo en programas como el X-20 Dyna-Soar, pero su tumba en Stuttgart-Vaihingen guarda un sueño inconcluso: un mundo conectado por alas hipersónicas.
Los finales de los 80 revivieron su visión. Bajo el programa hipersónico alemán, Messerschmitt-Bölkow-Blohm (MBB, luego parte de DASA) resucitó el concepto como Sänger I en 1965, pero fue en 1985 cuando nació el Sänger II: un "piggyback" de dos etapas para órbita, con despegue horizontal y reutilización total. El gobierno de Helmut Kohl lo respaldó como alternativa europea al Shuttle, invirtiendo en estudios nacionales a través del DLR (Centro Aeroespacial Alemán). Era la encarnación de esa frase apócrifa –quizá un eco de las anécdotas sobre Sänger's determinación final–, un último empujón para "lo más genial jamás hecho": un lanzador que fusionara avión y cohete, accesible y económico.El Diseño del Sänger II: Audacia Técnica en Pleno auge de la Guerra FríaEl Sänger II era un coloso híbrido: una primera etapa hipersónica (EHTV, European Hypersonic Transport Vehicle) de 84,5 m de largo y 41,4 m de envergadura, con masa bruta de 750.000 kg, que despegaba como un avión convencional. Equipada con cinco turborramjets coaxiales (300 kN cada uno, quemando hidrógeno líquido y aire), aceleraba a Mach 4,4 en crucero, luego a Mach 6,8 en un "dash" final para soltar la segunda etapa. Esta, un delta alado de 27,6 m (Horus para misiones tripuladas o Cargus para carga), usaba un motor ATCRE de 1.280 kN (LOX/LH2) para alcanzar órbita baja (270 millas), llevando hasta 6 astronautas y 6.000 kg de carga –o 15.000 kg sin tripulación.No era solo un lanzador: la primera etapa doblegaba como transporte hipersónico civil, cruzando el Atlántico en 11.000 km en horas, con capacidad para 36 pasajeros. Prototipos a escala estaban planeados para finales de los 90, y el X-2000 full-scale para 2005, con costos por lanzamiento de unos 500 millones de dólares –un ahorro frente a los 1.500 millones del Shuttle. Competía con el Hermes francés de la ESA, pero el Sänger II ganaba en reutilización y autonomía europea, alineado con la "doctrina azul" de proyección espacial de Bonn.
Etapa |
Dimensiones y Masa |
Propulsión |
Rendimiento |
Rol Principal |
---|---|---|---|---|
EHTV (1ª Etapa) |
84,5 m largo; 249.000 kg bruta |
5 turborramjets (300 kN c/u); LH2/aire |
Mach 6,8; L/D 4,8-5,3 |
Despegue horizontal; transporte hipersónico (36 pax) |
Horus (2ª Etapa Tripulada) |
27,6 m largo; 96.000 kg bruta |
1 ATCRE (1.280 kN); LOX/LH2 |
6.000 kg a LEO; 6 tripulantes |
Servicio a estaciones espaciales (e.g., Freedom) |
Cargus (2ª Etapa Carga) |
Similar a Horus; 96.000 kg bruta |
Igual que Horus |
15.000 kg a LEO |
Lanzamientos pesados no tripulados |
El Fin de un Sueño: Cancelación y Legado en la Era Post-MuroA pesar del entusiasmo –estudios detallados en los 80, apoyo del DLR y MBB–, el Sänger II se estrelló en 1994. La reunificación de 1990 drenó fondos, la ESA priorizó Ariane 5 y el costo total estimado (20.000 millones de dólares) se volvió prohibitivo en una Europa post-Guerra Fría. Rivales como el Hermes lo eclipsaron, y el foco se desplazó a colaboraciones internacionales. Prototipos subscale nunca volaron, y el proyecto "murió oficialmente" en 1995, víctima de recortes presupuestarios.Sin embargo, su eco resuena: el Sänger II influyó en el X-33 VentureStar de NASA y conceptos modernos como Skylon de Reaction Engines. Esa frase –"No me queda mucho..."– captura el espíritu de Sänger: un hombre que, en los estertores de su vida (o de su era), apostó por lo imposible. En Alemania Occidental de finales de los 80, entre el optimismo de la Ostpolitik y el temor a la obsolescencia tecnológica, el Sänger II fue "lo más genial" soñado: un puente al espacio, no como bomba, sino como sueño compartido. Hoy, con SpaceX y Blue Origin, quizá sea hora de revivirlo –porque, como Sänger sabía, el genio no muere; solo espera el combustible adecuado.