Esta salida no es voluntaria en su totalidad. Fuentes cercanas al gobierno señalan que la decisión responde a un "peor momento" en la gestión de Petri, exacerbado por internas con la cúpula militar y presiones de Karina Milei, quien vetó previamente intentos del ministro de colocar a su primo Gustavo Cairo en un puesto clave.
El propio Petri, en su exposición reciente ante el Congreso, fue acusado de "vender humo" al inflar cifras sobre la operatividad naval –pasando de "5 a 24 buques navegando", según él, aunque las limitaciones técnicas persisten igual–.
Este episodio no hizo más que profundizar el enojo en las filas castrenses, donde se lo describe como un ministro "a la deriva".Críticas que no cesan: Desfinanciamiento y deterioro institucional. Las voces opositoras no se hacen esperar. El exjefe del Ejército, César Milani, no escatimó en adjetivos: "Luis Petri es lo peor que ha pasado por el ministerio de Defensa de Argentina en los muchos años que tenemos de democracia".
Sus dardos apuntan directo al corazón de la gestión: un desfinanciamiento que ha mermado la operatividad de las Fuerzas Armadas y la calidad de vida de los militares. "La mitad del personal –desde capitanes y tenientes primeros para abajo, hasta sargentos– cobra sueldos por debajo de la línea de pobreza", denuncia Milani, sumando a ello un déficit en el Instituto de Obra Social de la Fuerza Armada (IOSFA) que supera los 300.000 millones de pesos, con un agravamiento mensual de 20.000 a 30.000 millones.
El malestar se extiende a veteranos de Malvinas y reservistas, quienes protestan por fallos en el "plan platita" –un subsidio que solo llega al 50-60% del personal en actividad–.
En la Fuerza Aérea, un informe interno revela una "falta de capacidad técnica" para mantener pistas y hangares de los flamantes F-16, con maquinaria obsoleta que limita los vuelos a apenas dos horas por avión al año, incluso si se contara con los 24 aparatos prometidos.
A esto se suman escándalos como el uso de un predio de Defensa como estacionamiento para un festival de rock, generando 80 millones de pesos en ingresos dudosos, calificado por críticos como "malversación de fondos públicos".
Renuncias en cadena y planes que no despegan. La inestabilidad interna es otro pilar de esta herencia problemática. En los últimos meses, el Ministerio vio caer como dominós a figuras clave: Claudio Pasqualini (Secretario de Estrategia y Asuntos Militares) en diciembre de 2024, seguido por el jefe de Gabinete Carlos Becker y Máximo Pérez León Barreto, quien migró a Cancillería.
Estas salidas se atribuyen a la "falta de un equipo capacitado en el ámbito castrense", dejando a Petri expuesto en un entorno que requiere expertise militar que él mismo carecía al asumir.
Planes emblemáticos se estancaron: la crisis en el IOSFA persiste con recortes en servicios para retirados en ciudades como Mar del Plata y Bahía Blanca, sospechas de una privatización encubierta y quejas por falta de cobertura en medicamentos durante emergencias como inundaciones.
La jerarquización salarial, iniciada en gestiones previas, no avanzó, dejando sueldos en las Fuerzas Armadas entre 400.000 y 2.900.000 pesos –por debajo de los de fuerzas de seguridad–.
Además, la insistencia en involucrar militares en tareas de seguridad interior genera resquemores, ya que viola normativas y deja a los efectivos sin garantías ante cambios de gobierno.
En la industria militar, la fábrica de aviones en Córdoba arrastra deudas de casi 300.000 millones de pesos y suspensiones de contratos con Embraer, mientras compras como los Stryker –negociados con EE.UU.– llegan tarde y sin planificación adecuada, optando por equipamiento "de cuarenta años, muy usados".
¿Qué queda en pie? Avances puntuales en un mar de críticas. No todo es sombra. Petri puede jactarse de hitos como el convenio para la adquisición de 207 vehículos blindados Stryker, cerrado con el Secretario de Guerra de EE.UU., Pete Hegseth, y su rol en fortalecer lazos con Washington, incluyendo rumores de una base en Ushuaia.
Sin embargo, estos logros diplomáticos contrastan con un presupuesto de Defensa en su punto más bajo histórico, que ha exacerbado la obsolescencia de equipos y el deterioro de la moral castrense.
En resumen, la herencia de Petri es un ministerio fracturado: con deudas millonarias, equipos envejecidos y un personal desmotivado, el próximo titular –– enfrentará el desafío de reconstruir desde cero lo que una gestión "pésima" dejó en ruinas.
En el oficialismo, se habla de "continuidad", pero en los cuarteles, el eco es claro: urge un cambio profundo para evitar que la deriva se convierta en naufragio. El 10 de diciembre marcará no solo el fin de una era, sino el inicio de una cuenta pendiente con la defensa nacional.