El anuncio de Phelan: "No gastaré un dólar que no fortalezca nuestra victoria"John Phelan, designado en la era Trump 2.0, lo dejó claro en un video publicado en X (ex Twitter): "No gastaré un dólar si no fortalece la preparación o nuestra capacidad para ganar". La medida implica el fin de los compromisos para construir más allá de las dos primeras fragatas –la USS Constellation (FFG-62) y la USS Congress (FFG-63)–, cuya construcción en los astilleros Fincantieri Marinette Marine (Wisconsin) continuará por ahora, aunque bajo revisión. Las otras cuatro unidades, parte de un contrato inicial de 10 valorado en hasta 5.500 millones de dólares, serán canceladas, liberando fondos para redirigirlos a "clases de buques más rápidas de producir".El programa, lanzado en 2020 como sucesor de los problemáticos Littoral Combat Ships (LCS), se basaba en un diseño italiano FREMM adaptado, con promesas de entrega en 2029.
Sin embargo, problemas de diseño –como una similitud de solo el 15% con el modelo original, en lugar del 85% esperado– y retrasos en la integración de sistemas de misiles han inflado costos en un 30% y pospuesto la primera unidad hasta al menos 2032. Phelan argumenta que este "cambio estratégico" acelera la llegada de combatientes de superficie más ágiles, esenciales para contrarrestar las capacidades antiacceso/denegación de área (A2/AD) chinas en el Estrecho de Taiwán o el Mar del Sur de China.Razones detrás del abandono: Velocidad vs. complejidad en la carrera navalLa cancelación no es un capricho presupuestario, sino una respuesta calculada a la brecha naval con China. La Armada de EE.UU. opera hoy alrededor de 240 buques, frente a los 370 de la People's Liberation Army Navy (PLAN), que lanza nuevos navíos a un ritmo de 20-25 por año. Expertos del International Institute for Strategic Studies (IISS) advierten que, en un conflicto, "la flota más grande suele ganar", y las fragatas –versátiles para escolta, guerra antisubmarina y ataques de precisión– son clave en escenarios distribuidos.
El programa Constellation, con su énfasis en módulos avanzados como el misil SM-2 y radares multifunción, se volvió un lastre: su complejidad industrial –construcción en un astillero con historial de LCS fallidos– no encajaba en la doctrina de "flotas más pequeñas y dispersas" para evadir misiles hipersónicos chinos. En su lugar, la Marina explorará diseños "off-the-shelf" de aliados, como las fragatas japonesas Hunter-Killer o las australianas Hobart, para acortar plazos de 8-10 años a 4-5. Esta priorización de la "preparación inmediata" alinea con recortes ordenados por el secretario de Defensa Pete Hegseth, quien exige ahorros de hasta 5 años en gasto militar para enfocarse en amenazas "mañana".Impactos en la industria y la política: De Wisconsin a WashingtonEl golpe recae duro en Fincantieri Marinette Marine, donde miles de trabajadores de Wisconsin –un estado clave en elecciones– dependen del programa. Políticos locales, como el senador Tammy Baldwin, lo tildan de "traición al trabajador americano", acusando al gobierno Trump de "entregar la ventaja a China" al ignorar promesas de redirigir fondos. El contrato original, adjudicado en la primera administración Trump, generó 1.200 empleos directos; su truncamiento podría derivar en despidos y demandas, exacerbando la crisis de la industria naval estadounidense, que ya pierde terreno ante astilleros chinos subsidiados.
A nivel global, el anuncio reverbera en aliados: Australia y Japón, que adoptan diseños similares, podrían absorber excedentes tecnológicos, fortaleciendo la interoperabilidad OTAN-Pacífico. Para EE.UU., implica un riesgo: sin fragatas suficientes, la flota actual –envejecida y con retiros superando construcciones– podría mermar temporalmente, complicando la meta de 355 buques.Hacia un nuevo horizonte naval: ¿Preparación o retroceso?El abandono de las Constellation marca un punto de inflexión en la estrategia marítima de EE.UU.: menos ambición por buques "perfectos", más énfasis en cantidad y rapidez para disuadir a China. Phelan promete "ventaja en combate" mediante colaboraciones industriales que entreguen "naves listas para la guerra" en años, no décadas. Sin embargo, críticos como analistas de CNN ven en esto un "golpe a los esfuerzos por igualar la flota china", recordando fracasos pasados como las destructoras Zumwalt.
En un 2026 cargado de tensiones en el Indo-Pacífico, esta decisión no solo redefine la Armada estadounidense, sino que envía un mensaje claro: la guerra naval del futuro priorizará la agilidad sobre la grandeur. Si la transición a nuevas clases –aún sin detalles– cumple, podría inclinar la balanza; de lo contrario, será otro capítulo en la saga de una superpotencia naval que lucha por no quedarse atrás. El mar, como siempre, esperará poco.