En paralelo, el debate sobre la armamentización nuclear ha alcanzado niveles históricos en 2025. Ante las amenazas de Corea del Norte (con un arsenal nuclear en expansión) y China (potencia nuclear establecida), una mayoría significativa de la opinión pública surcoreana —hasta un récord del 76.2% según encuestas recientes del Asan Institute— apoya el desarrollo de armas nucleares propias o el redepliegue de armas tácticas estadounidenses en la península.
Este sentimiento se ha intensificado por dudas sobre la fiabilidad del "paraguas nuclear" estadounidense, especialmente tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y la percepción de que Washington podría priorizar otros teatros. Aunque el gobierno oficial mantiene su compromiso con el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y la desnuclearización de la península, figuras políticas conservadoras y analistas argumentan que un disuasivo propio equilibraría las amenazas de Pyongyang y Pekín.Expertos destacan que Corea del Sur posee la capacidad técnica para desarrollar armas nucleares rápidamente (estimados de 6-12 meses), gracias a su avanzado programa civil. Sin embargo, hacerlo implicaría sanciones internacionales, aislamiento diplomático y tensiones con aliados como EE.UU. y Japón.
El debate ya no es tabú: encuestas muestran que el apoyo persiste incluso ante posibles costos económicos o militares. Mientras Seúl fortalece su alianza con Washington (incluyendo ejercicios conjuntos y consultas nucleares), la presión interna por una "opción nuclear soberana" crece, en un contexto de escalada regional donde Corea del Norte acelera sus pruebas y China moderniza su arsenal.Este equilibrio entre energía nuclear pacífica y potencial militar marca un punto de inflexión para la seguridad en el noreste asiático en 2025. El mundo observa si Seúl optará por mantener el status quo o cruzar el umbral nuclear.